En <Religión Digital>, de 18-6-2018, aparece noticia de otro Encuentro sobre las Familias, paralelo al oficial, en la misma Dublín, contando con críticos como el cardenal Burke y el obispo Schneider, y se manifiesta que éste es un momento en que “hay tanta confusión en la Iglesia”, rechazándose la presencia del jesuita James Martin, “conocido por sus esfuerzos de construir puentes de respeto entre la Iglesia” y una asociación de homosexuales. Tanta confusión que el propio Pontífice comete el disparate de declarar a un homosexual: “Dios te hizo así y te quiere así” (ncrnoticias.com). Dicho esto a una víctima de abusos sexuales, quien además “recibió el respaldo del papa Francisco por su orientación sexual”. Considerando tales declaraciones, no extraña que la confusión doctrinal que causa el Papa sea el origen de que un sacerdote bendiga a dos lesbianas casadas civilmente (Infovaticana, 23-8-2016). El obispo de Segorbe-Castellón se ha limitado meramente a reprendido al cura (lavanguardia.com, 24-8-2016); lo cual es de una pasividad perjudicial, ya que lo que tendría que hacer el obispado es retirarle la licencia para ejercer. Se trata de una aberración, además, que ya fue profetizada por Sor Natividad de Bretaña (1731-1798) como “una ley infame”, la del matrimonio homosexual (José Luis de Urrutia, S.J., El tiempo que se aproxima según las principales profecías, separata de <El Granito de Arena>, XII, Madrid, 1980, página 20).
Pero, Santidad, afirmar que Dios hizo homosexual a un hombre está tan fuera de lógica, tan fuera de la biología y de la teología como decirle algo así a un poliomielítico, a un retrasado mental o a un humano que haya nacido sin piernas. Dios no ha hecho eso, es imposible. Además, de cada caso habrá que estudiar las causas genéticas. Y no vale, como a continuación se amplía, señalar que es una “orientación sexual”. Aunque éstas ¿son palabras del Papa o del periodista que divulga la información? Porque lo que debe dejar clarísimo el Papa, y es su obligación doctrinal y moral, es señalar que, en el final de la Biblia, redactado con inspiración divina por San Juan, se señala que los que practican la homosexualidad están condenados a no entrar en la vida eterna. Me parece que al Papa Francisco no le tengo que dar la cita del Apocalipsis, digo yo.
Un refrán español, ingenioso y saleroso, nos enseña: “Quien mal canta, bien le suena”. Está claro que Su Santidad no es “De Gloria Olivae”, como tampoco lo ha sido Benedicto XVI, pues ninguno de ambos prueba ser sucesor de Juan Pablo II según la profecía de San Malaquías (Jean-Charles de Fontbrune: La profecía de los Papas, Barcelona, 1985, pp.276-281). El Espíritu Santo no intervino en la elección de Benedicto XVI, ya que este mismo declaró que vio su elección “como la caída de una guillotina, pues no se consideraba ni digno ni físicamente capaz de suceder a Juan Pablo II” (Juan Vicente Boo, en <ABC>, Sevilla, 10-9-2016, pp.54-55). Su Santidad no es “El esperado gran Papa”, como lo define Urrutia (Ibid., 25-26). O sea, que tendremos que esperar, aunque no tardará muchos años. El beato franciscano Bernardino de Bustis, en su <Rosario de sermones> (1495) escribió que “habrá varios antipapas” antes; y fue Santa Hildegarda en el siglo XII la que predijo que “cuando sea vencido el hijo de perdición (probablemente un antipapa), vendrá el Papa del gran esplendor de la Iglesia”. Todo lo cual nos lo transmite el que fuera catedrático de la Facultad de Derecho Canónico, de Madrid, José Luis de Urrutia (Ibid, 25). En carta de Melania escrita en 1894, la vidente de la Salette cuenta que habrá “dos Papas flojos e indecisos” (Ibid, 32) en esta época.
De todo esto querría conversar con Su Santidad si me ofreciera unas horas de entrevista reposada, sin prisas, para dialogar como tuve oportunidad de hacerlo con mis mejores maestros, maestros carentes de prejuicios y dotados de sabiduría. Tengo además para pedírselo una razón premonitoria: Hace bastante tiempo soñé que estaba en Santa Marta y andaba por el edificio, y me parecía que se ubicaba en el Vaticano. Años después, leyendo La gloria del olivo, de J.J. Benítez, identificaba el Hospicio de Santa Marta y la Plaza de Santa Marta (Planeta, Barcelona, 1992, página 8). Transcurrieron varios años más, llegó 2013, y fue la ocasión para que Su Santidad decidiera instalar su residencia precisamente en Santa Marta. Me reconocerá que tengo motivo para visitar ese lugar elegido por el Papa Francisco.
