martes, 3 de julio de 2018

DA ASCO QUE EL PRESIDENTE DEL GOBIERNO NOS RECUERDE A CAFRES MUSULMANES.


          Pasé el fin de semana en Guadalupe, adonde llegaron los cristianos de Ecija para enterrar a su Virgen del Valle porque los cafres musulmanes que nos invadieron en el siglo VIII destruían las imágenes que veneraban nuestros antepasados. Seiscientos años después la encontró un pastor cacereño y ya desde entonces recibe culto y peregrinos en el santuario que la conserva, con el nombre de Virgen de Guadalupe. Hay que agradecer que los propios monjes jerónimos pintaron los cuadros contando este relato, que incluye en origen de la milagrosa Imagen morena, en el claustro principal del monasterio. Por igual causa, huyendo de aquellos salvajes que incluso desenterraban los cadáveres de los santos, los cristianos habían llevado hasta Berzocana, cerca de Guadalupe, los restos de San Fulgencio, obispo de Ecija, y de su hermana Santa Florentina, fundadora de convento astigitano. Allí estuve en la mañana del domingo, donde el sacristán me narró la historia de esos dos hermanos de San Isidoro y San Leandro. El pueblo de Berzocana los considera sus patronos y los saca en procesión en sus respectivas fiestas, rotula calles con sus nombres, y para aumentar el esplendor del templo que acoge sus restos, en el siglo XVI la que comenzó siendo ermita y después iglesia de San Juan Bautista fue ampliada con carácter monumental, a lo que contribuyeron acaudalados vecinos por amor a su pueblo y a sus santos.

          Esta huida a la sierra de Guadalupe, para salvar de las hordas fanáticas islámicas que saqueaban las tumbas veneradas y destruían imágenes religiosas, de una Virgen y unos Restos de santos retornan al presente porque el presidente del gobierno quiere exhumar los restos del General Franco que fue enterrado, tras su muerte en 1975, en la basílica que mandó construir en el Valle de los Caídos; igual que otros fanáticos comunistas pretenden exhumar los restos del General Queipo de Llano, muerto en 1954, y sepultado en la Basílica de la Macarena, de cuya construcción fue principal protagonista. Han transcurrido 1300 años, y, como el ciclo comienza de nuevo, los bárbaros repiten acciones tratando a personajes históricos carismáticos como si se tratase de santos venerables, intentando destruir hasta sus tumbas.

          Por eso estos sucesos nuevos no merecen ni una crítica, dan asco. Varias veces visité el Valle de los Caídos, que es una idea de Franco que se puso en marcha firmando un decreto el 1 de abril de 1940, un año después del término de la guerra civil. Los recuerdos del impresionante monumento están presentes en mi memoria, porque la cripta acoge a los caídos por España, sin especificar contendientes. Allí debe de estar anónimo el cuerpo de un héroe de la Batalla del Ebro, pariente mío, muy joven voluntario, del que en mejor ocasión escribiré, mejor y no ésta. El Ejército lo condecoró con la Medalla Militar Individual, y su nombre está inscrito en los libros de historia. Sus oponentes en la Batalla creían defender ideales republicanos para España, aunque en realidad peleaban a favor de la Unión Soviética, que felizmente fue vencida.

          Un lunes de junio pasado asistí a misa en la Basílica de la Macarena, siempre con mucho público, pero sin espiritualidad el sacerdote celebrante. Como nunca, las puertas del templo chirriaban por falta de aceite. La tumba de Queipo de Llano con huellas de haber sido arrancados símbolos; su nombre, sin calificativo; sin embargo, a su lado la esposa recibe el tratamiento de Excelentísima Señora. Son comunistas los que quieren desenterrarlo. El secretario general del Partido Comunista de España durante la guerra, José Díaz, se suicidó en la Unión Soviética cuando comprobó las mentiras de los gobernantes rusos. Muchos años después su hija llegó a Sevilla, conoció a los herederos de los ideales de su padre, y también se suicidó (las fotos han sido tomadas de pinterest.es, mispueblos.es, wikipedia.es, el nacional.cat y todocoleccion.net). 3-7-2018