sábado, 16 de junio de 2018

A SU SANTIDAD EL PAPA FRANCISCO.



Para la beatificación de Sor Lucía de Fátima (1907-2005).

                    Me encomiendo al Espíritu Santo para escribir. También me encomiendo a Él para que esta carta la lea el Papa y reflexione mi propuesta de que Sor Lucía sea declarada Venerable y a continuación Beata. Las razones son tantas que, habiendo visitado Fátima varias veces, resulta una obviedad que debe proclamarse la beatitud de quien ha hecho posible que esa Sierra del Aire sea un encuentro universal permanente de cristiandad. No sé qué milagros se reconocen a San Isidoro, San Leandro, San Fulgencio y Santa Florentina; bastó parta canonizarlos la influencia que ejercieron a favor del cristianismo. Pues véase así a Sor Lucía: su influencia convoca a millones de católicos desde 1917, en que Nuestra Señora bajó del Cielo para tomarla como testigo junto a sus primos ya canonizados. Y no debe demorarse la decisión de beatificarla, es una necesidad en la época actual con tantísima información continua que relega al olvido a quien no encumbra su imagen. La Iglesia se engrandece con Sor Lucía, que habló con la Virgen, y por eso la Máxima Potestad de la Iglesia, Su Santidad, debe enaltecer a esa monja carmelita lusitana bendecida por el Cielo.

                 El sendero que Lucía recorrió de rodillas para curar milagrosamente a su madre sigue presentando a diario devotos émulos que se encomiendan con su sacrificio a la intercesión de la Virgen de Fátima. Que Lucía es una elegida de Dios quedó nuevamente manifiesto cuando el Cardenal Albino Luciani la visitó en el Carmelo de Coimbra en julio de 1977, un año antes de ser elegido Papa. En aquella entrevista la hermana Lucía tuvo una inspiración premonitoria: el cardenal de Venecia sería Papa durante treinta y tres días. “En cuanto a usted, señor patriarca –me dijo, con palabras que claramente no eran suyas- la corona de Cristo y los días de Cristo” (Ricardo de la Cierva: El diario secreto de Juan Pablo I, Barcelona, Planeta, 5ªedic.,1991, pp.300-301). Se cumplió la profecía como sólo es posible para los iluminados por el Altísimo.  

                  Por cierto, que el tercer secreto de Fátima todavía no ha tenido cumplimiento. Con buena intención y encargado por Juan Pablo II, el Cardenal Ratzinger se explaya intentando aclarar que los anuncios de aquella revelación ya han sucedido. Así escribe: “¿No podía el Santo Padre (Juan Pablo II), cuando después del atentado del 13 de mayo de 1981 se hizo llevar el texto de la tercera parte del <secreto>, reconocer en él su propio destino?” (en Memorias de la Hermana Lucía, Volumen I, Fátima, Secretariado dos Pastorinhos, 10ªedic., septiembre 2008, página 231). Lo cual no concuerda con lo que la vidente escribió: ”el Santo Padre…fue muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros… y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos, sacerdotes, religiosos…” (Ibid., 213). 

                    O sea, Santidad, que hay que leer y meditar cuanto se ha escrito sobre Fátima. Cuando yo visito el lugar, lo mismo a la ida que a la vuelta, mis reflexiones se ocupan de tales hechos, de sus causas y consecuencias, y de que Dios ha actuado allí para que la Imagen y la Voz de su Madre nos convoquen a orar y a laborar en busca de la otra vida. Imposible olvidar que uno de mis desplazamientos lo hice camino de Viseu, adonde me dirigía para buscar el sepulcro del último rey visigodo, don Rodrigo. Era el sábado 12 de febrero de 2005. En el Lugar de las Apariciones de Fátima recé y pasé largas horas sumido como siempre en la felicidad de contemplar la Sierra en Cova de Iría, donde la Virgen bajó del Cielo a manifestarse a unos pastorcillos. Al atardecer llegamos a Coímbra. En el centro, como en casi todas las ciudades, no era fácil hallar estacionamiento, así que dos o tres veces circulamos por las mismas calles y ante los mismos edificios. Finalmente dormiríamos en Viseu, y la mañana siguiente la ocupamos en nuestro objetivo: identificar el templo donde fue enterrado el culpable de la pérdida de España en manos de invasores musulmanes. Lo que no podía imaginar es que la prensa dominical, cuando almorzábamos el domingo día 13 de febrero en Coímbra, dedicaba sus portadas a Sor Lucía. La fotografía del convento de las carmelitas de Coímbra se reproducía en los periódicos. Era el edificio cuya imagen había retenido en la memoria por haber pasado ante el mismo dos o tres veces el día anterior. A la misma hora agonizaba la vidente de Fátima, personaje fundamental de la cristiandad en los siglos XX y 21. ¡Dios bendito!, y mi hija y yo volvíamos a la ciudad que, pasado el mediodía, despedía a Sor Lucía para ascender al Cielo tras proclamar y divulgar durante 88 años el Milagro de Fátima que convoca a millones de fieles de los cinco continentes. Era el 13, día clave de las Apariciones de mayo a octubre de 1917, menos en agosto, que sucedió el día 19 a causa de estar presos los tres pastorcillos por decisión de las fanáticas autoridades republicanas. Era el 13 de febrero de 2005. ¿Cómo poder olvidarlo?

                   Santidad, lea, medite, ore y consulte al Espíritu Santo. Sor Lucía debe ser declarada Venerable y Beatificarla. Es obra de Dios. Y no se demore, que la cristiandad y la Humanidad quiere noticias que eleven a los hombres al encuentro con la Eternidad.

                       En Marchena, a trece de junio de dos mil dieciocho.
   
Doctor Antonio Egea López,
Numerario de la Academia Iberoamericana de La Rábida, y 
Académico Correspondiente de la Academia Argentina de la Historia.