martes, 24 de diciembre de 2019

RATZINGUER Y BERGOGLIO NO SE INCLUYEN EN LA PROFECÍA DE SAN MALAQUÍAS.

                 



        Ninguno de los dos Papas últimos es De Gloria Olivae, luego ni Ratzinger ni Bergoglio son sucesores de Juan Pablo II en la lista de San Malaquías. ¿Ellos son los dos antipapas que menciona José Luis de Urrutia “en la época peor para la Iglesia”? (en El tiempo que se aproxima según las principales profecías, Madrid, 1988, pág, 33). ¿Son los “dos Papas flojos e indecisos” a que se refiere Melania de La Salette”? (Ibid, 32). 

        Por culpa de ambos, la Iglesia vive la confusión. Ratzinger no debió dimitir; y Bergoglio iba para político (habría hecho semejante papel a Zapatero y Sánchez), así que es un pontífice fracasado. Que si ruedas de prensa a la vuelta de los viajes, que si quien le entrevista dice lo que él no ha dicho pero tampoco lo desmiente con rotundidad. Vamos, que tendría un papelón en las Cortes españolas hodierno. Valiente ocupante de la cátedra de San Pedro. Lo último, de hoy mismo, un informe de una comisión pontificia que acaso declara quizá que la Biblia no se pronuncia en contra de la homosexualidad. Pero, Santo Cielo, si el inspirado San Juan, al final del Apocalipsis, esto es, al final de la Biblia, declara que los perros no entrarán en el Cielo, o sea, los que practican la sodomía. (Ap, 22,15, en Sagrada Biblia, versión directa  por Eloíno Nácar Fuster y Alberto Colunga, O.P., revisión del texto por Maximiliano García Cordero, O.P., Biblioteca de Autores Cristianos,  La Editorial Católica, Madrid, 1976). ¿Forman la comisión pontificia cuatro repetidores de Graduado Escolar?

          Estimados lectores, lo de la comisión pontificia es de ayer, porque hoy, 20 de diciembre de 2019, la Congregación para la Doctrina de la Fe rechaza lo que ayer dijo esa comisión. Y eso es el Vaticano de Bergoglio: un jaleo permanente. Como no para de expresar sandeces, presume de transparencia aunque oculta su acuerdo secreto con China. Lo que enfada sobremanera al único cardenal chino, pues éste no consigue que Bergoglio le aclare de una vez en qué consiste el convenio con los comunistas chinos, pese a haberse entrevistado con el Papa en Roma. Y así todo. En definitiva, que el pontífice argentino debe dejar el cargo, que le viene más que grande, para no desacreditar más a su país, a la Compañía de Jesús y a la Iglesia. 

          Y quien tiene que reasumirlo es Ratzinger, hasta la muerte. Que no estamos en la Tierra para ver cómo pasar los días de la mejor manera posible, sino para salvar el alma en busca de la Eternidad. ¿O es que el alemán se ha olvidado de esto? Ya está bien con que Bergoglio ni se haya enterado de la inmortalidad del alma, porque a él lo que le preocupan son los problemas medioambientales y otros asuntos de política internacional. ¡Pobre diablo! Pero tan endiablado que aspira a que el lío siga tras su fallecimiento, ya que se ha creído que con él comienza una nueva era en la Iglesia de Cristo. ¡Será petulante! A cuyo fin ha creado cardenales para ganar mayoría en cónclave tras su defunción y que no se quite una sola coma de cuantas herejías ha suscrito. Total, que a Ratzinger, mejor, o al siguiente, peor, le cabe anular todos los escritos de Bergoglio y suspender todos los nombramientos efectuados hasta que se revisen, confiando en que la humildad obligada de los elegidos se someta al criterio definitivo de Ratzinger o del siguiente.

          Dicho todo lo cual, parece indudable que nos estamos acercando al final de los tiempos. En Sevilla, a veinte de diciembre de dos mil diecinueve.