No puedo olvidar al patriota que fue asesinado por llevar la bandera de España en sus tirantes; tampoco me olvido de la insuficiente pena con que se ha condenado al criminal. Lo siento, familiares, amigos y compañeros a los que dirijo la felicitación navideña, pero es lo primero que se me ha venido a la mente. Esta hermosa fiesta, la mejor del año, y por eso mismo, reaviva los recuerdos más queridos, las ausencias más entrañables. La felicidad engendra generosidad con los que se fueron y con los presentes.
El espíritu se eleva en estas fechas porque conmemoramos la gran profecía que se cumplió, de la cual fueron espectadores afortunados los pastores que, primero, escucharon decir al ángel que en Belén había nacido el Mesías, y, seguidamente, presenciaron cómo una multitud de ángeles cantaba: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”.
Poco más de una década falta para que celebremos el segundo milenio del momento culminante de la vida de ese Niño Jesús que nos redimió para que nuestras almas alcanzaran la eternidad. Prometió que volvería antes del final de los tiempos. ¿Acaso estamos ya cerca de ese instante? ¿Quizás el Mesías ha vuelto y se encuentra entre nosotros esperando esa hora? Algunas señales notables apuntan en esa dirección.
Así que la Navidad es, como cada año, oportunidad para meditar, ejercitar la buena voluntad glorificando a Dios, y proponernos que 2020 no transcurrirá con pesadumbres sino con ganas de reparar males y construir el mejor mundo posible a nuestro alcance, en el ámbito familiar, en el trabajo, en la ciudad y en nuestra Nación.
Es tan potente el sentimiento con que se viven estas fechas decisivas y la proximidad de un nuevo año que siempre incentiva las grandes ilusiones, todo ello activado por la fuerza sobrenatural de que Dios bajó a la Tierra para estar con nosotros y llevarnos al Cielo, que la mente sublima las potencias anímicas, y de la mano de la luz, el villancico y la alegría, se confía en hacer justicia con los que la necesitan y el alma se invade de emoción constructiva para ayudar y perfeccionar a cuanto nos rodea. Las referencias más elementales adquieren significados determinantes para emprender grandes obras, como que estamos hechos a semejanza de Dios. Cada cual sabe cuál es la meta de su grandeza, y a ella está obligado.
Inspira la flor de Pascua de intenso color, sencilla y elegante en el rincón del salón. Igual que las figuras ecuatorianas artesanales de la Virgen, San José y el Niño en la cuna muy tapadito. Son la Navidad, como los mantecados de Estepa; las empanadillas y los roscos de anís de las clarisas de Marchena; los cortadillos de las cistercienses de Sevilla; y la sopa de picadillo de Benavides, sopa que había creado Vicenta en su mesón de Fuente de Cantos.
Que el Recién Nacido nos ilumine y nos guíe.
(La foto ha sido tomada de AndaluNet). (24-12-2019)