lunes, 16 de abril de 2018

Hoy hace cuarenta años.




Inolvidable tarde con seis o siete alumnos en la primera planta del hermoso edificio de la calle Julio César, con cuyo nombre denominamos al centro de estudios que luego se transformaría en colegio en el palacio de los  Bucareli. La ilusión llenaba el aula de aquellos mayores de veinticinco años dispuestos a preparar el ingreso en la Universidad. Comenzaba así tal día como hoy de hace cuarenta años la historia del colegio. Una inmensa labor de realizaciones que han contribuido a la mejora de la sociedad, la finalidad que nos habíamos propuesto los fundadores, y que se ha llevado adelante siempre bajo el carisma de quien  fue su primer director, don Andrés Joaquín Egea López, y con la cooperación de no pocos entusiastas que se fueron  sumando a un proyecto que constituye parte de la historia de la educación.

Me lo recordaba hace tan sólo cuatro días un profesor de instituto, agradecido a cuanto aprendió en sus cinco años de docente en nuestro centro. Acabada la carrera de filología inglesa y superado el curso de capacitación a que se obligaba oficialmente para ejercer, se matriculó en nuestro curso de pedagogía práctica, a partir del cual empezó a trabajar como profesor de secundaria y bachillerato en nuestro colegio. Cinco años de intensa actividad, desde 2003 a 2008. A continuación se presentó a las oposiciones de la enseñanza pública, aprobándolas en  el primer intento. Ya lleva diez años en institutos donde aplica sus experiencias en el Colegio Julio César, y goza de la admiración de sus compañeros. Me cuenta la anécdota de que en cierta ocasión entró su director en clase, y era tal el silencio en el aula que le preguntó  a nuestro profesor: "¿están haciendo un examen?". "No -le contestó- unos ejercicios tras la explicación que les he dado a los alumnos".

Bendito profesor, noble y culto, que al cabo de diez años viene a reconocernos generosamente los saberes que adquirió en una institución cuya finalidad fundacional fue la mejora de la sociedad.