jueves, 28 de noviembre de 2019



 

   ANSIAS DE ETERNIDAD EN VEJER DE LA FRONTERA.


         Vuelto de vacaciones, el camarero del casino me señala que han sido breves. La frutera que goza consumiendo azofaifos me aclara que, cuando se encuentra mal, el disgusto parece interminable. También existe una sensación sublime del tiempo, que conlleva ansias de eternidad: “No quiero irme nunca de aquí”, me declaró la profesora en la noche de Vejer. La he recordado algunas mañanas en el desayuno, trayendo a mi memoria el zumo de naranja natural en el hotel Convento de San Francisco.
          Así transcurren los días. Lo bueno siempre nos parece breve, lo malo interminable, y lo sublime nos llena profundamente el alma. Como la vida se repite, siempre disponemos de oportunidades. O sea, que hay que saber elegir, los lugares, los momentos y las personas. Escribir el diario facilita la tarea, porque se puede predecir el futuro, para aprovechar lo positivo y desechar lo negativo.
           La siguen llamando placita de Santa Ana a la que antaño debía de serlo, aunque el ensanche que la transformó ampliándola considerablemente niegue ya el diminutivo. Mas la gente prefiere continuar con el nombre que ya no corresponde a la realidad, igual que el que habla de Manolito refiriéndose al sacristán cincuentón y grandote, que dejó de ser Manolito hace cuatro décadas. Con ese análisis momificado cuesta trabajo admitir que hay personas y lugares que no permanecen inmutables, sino que el tiempo los modifica. Quien no advierte los cambios se empeña en una visión raquítica y torpe, y acaso adoptará nuevas pautas de conducta pero sin reflexión, sin autoconsciencia. Se advierte en el tren repleto de jóvenes cuya mayoría recorre su trayecto atento a las imágenes y textos de una pequeña pantalla de uso personal. La visión alicorta de sus padres permanece en ellos que reducen su universo a una sarta de estereotipos y de consignas manipuladoras. 
             El viaje en tren y la contemplación del paisaje es una invitación permanente para la meditación, para soñar y para imaginar. Pero la mayoría de los viajeros jóvenes ha renunciado a esa magnífica posibilidad diaria, ya que sus ojos no miran tras los cristales del vagón sino que se obsesionan con las noticias y las imágenes que ofrecen sus teléfonos móviles, que así se adueñan de sus cerebros impidiéndoles la apertura mental que ofrece la visión de los campos sembrados y los árboles frutales que acompañan el recorrido hasta El Cáñamo, Los Rosales o Guadajoz. El último día vi a un joven leyendo un libro, ¡oh!. Con un periódico, imposible. Así se preparan nuevas generaciones para someterse a los dictados estúpidos de dirigentes necios o, todo lo más, pícaros con apenas inteligencia. Me han traído estas cavilaciones el recuerdo de un libro de José Gestoso y Pérez, Apuntes del natural (Sevilla, 1883), en que el autor señala como “una gran dicha” la “cualidad acomodaticia de nuestro espíritu” (página 16), aunque en verdad lo que hay que considerar, viendo el deterioro de los modos de pensamiento, es que esa “cualidad” es un infortunio.                  
                  Recuerdo ansias de eternidad en la noche de Vejer, las que siente el alma en busca de la inmortalidad. Hay lugares y personas que las inspiran y las hacen inolvidables. Esa aspiración motivó al párroco de la Asunción de Lora a construir la torre que desde 1890 define la imagen de la histórica villa. Y luego de darle altura al espíritu creyente, se hizo de una plaza un jardín que aún al final del verano huele a dama de noche, y todos los días del año cuatro surtidores de la fuente cerámica ofrecen rumores de poesía junto a los limoneros, las jacarandas y la gigante araucaria. Los gorriones cantan el atardecer antes de que las farolas de hierro forjado con base de ladrillo visto enciendan sus luces para que los enamorados dispongan de un decorado que eleva los sentimientos.  


(Foto tomada de "El Mundo") (28/11/2019)

jueves, 21 de noviembre de 2019

SAN CRISTÓBAL EN LAS CATEDRALES Y EN EL CIELO


      

   En la misa el cura mostró que no creía en los milagros, o eso parecía, por cuya razón le esperé a la salida de la sacristía. Como el sacristán sabe casi tanto como el diablo, intuyó el interés de mi entrevista con el presunto hereje, y me advirtió definiendo al sacerdote: “Es catedrático de la Pontificia”.

          Me presenté e interpelé al celebrante:”Vaya por delante que yo no creo que San Cristóbal facilite estacionamiento a los devotos”. A continuación argumenté con los milagros hechos por Jesús y sus Apóstoles, la promesa de que los discípulos harían prodigios, y algunos datos históricos sobre éstos. Pero ahora no vamos a ampliar la conversación ni a conjeturar sobre si el profesor heterodoxo abandonaría su error. Porque lo que ahora quiero contar no tiene que ver con éste sino con el gigantesco santo de las catedrales e iglesias priorales, como la marchenera iglesia mayor San Juan Bautista.

          Había dado ya varias vueltas por el casco histórico de Ayamonte, y miren por dónde me acordé del santo que yo había despreciado. Me sometí a la prueba y recé a San Cristóbal por vez primera en mi vida rogándole una plaza de aparcamiento. Dicho y hecho: de inmediato vimos un espacio donde aparcar el coche.

         Como en verano Ayamonte está atestado, repetí el ruego sucesivos días antes de iniciar la búsqueda: al instante hallábamos plaza libre. O sea, que San Cristóbal desmentía mi irreflexivo rechazo contra su labor de gorrilla celestial. Desde entonces me encomiendo al santo gigantón, pero sin abusar. Sólo le rezo en caso necesario y me atiende.

          Fue el jueves 14 de noviembre de 2019. Camino de la estación le pedí a San Cristóbal un imposible: que pudiera subirme en Santa Justa al tren que saldría a las 22,40 horas para mi destino final. Mi autobús debía salir de Huelva a las 21,15 y así ocurrió. Le comenté al conductor la prisa que tenía para mi conexión con un tren en Santa Justa, y el probo empleado me contestó que eso no se le debía decir al responsable del transporte colectivo. Tenía toda la razón y le pedí perdón; no debí hacerlo por mucha que fuera la urgencia que me apremiara. En silencio reiteré mi oración en el trayecto. Pero sorprendentemente a las 22,16 horas llegaba a Plaza de Armas. Una hora y un minuto de duración; jamás había sucedido. A continuación, había que tomar un taxi. A veces no hay ninguno, pero esa noche sí que lo había. El vehículo paró en el primer semáforo, todo normal. Pero lo que no es normal en absoluto es que no parara en ningún otro semáforo hasta la Barqueta. San Cristóbal estaba interviniendo de forma evidente. Cualquier conductor puede hacer la prueba. Pero ¿saben qué más pasó desde el semáforo de la Barqueta? Que, desde la Barqueta, recorriendo la Ronda histórica, llegando a la esquina de María Auxiliadora con José Laguillo, recorriendo toda José Laguillo hasta la rotonda desde la que se gira para Santa Justa, todos los semáforos estuvieron en verde hasta que paramos en rojo en la rotonda. Imposible terrenalmente. El más rápido y diestro conductor puede probarlo. Eso no puede acontecer si no hay una mano celestial que regulase las señales para que yo pudiese alcanzar mi tren. Me bajé del taxi a las 21,30 horas. Faltaban todavía diez minutos para que mi tren llegara a la estación. Sobrenatural. Sólo el gigante San Cristóbal es capaz de esa hazaña. Desde la estación de autobuses de Huelva hasta la estación de trenes de Santa Justa habían transcurrido una hora y quince minutos. Únicamente San Cristóbal. Al que yo, en mi ignorancia, había despreciado. Los milagros existen, y San Cristóbal, el que porta a Jesús en su hombro, lo demuestra.


(Fotos tomadas de andalucía.org y clubrural.com) (21/11/2019)

domingo, 3 de noviembre de 2019

ESPAÑA DEBE VOTAR EL 10 DE NOVIEMBRE COMO ANDALUCÍA LO HIZO EL 2 DE DICIEMBRE.



Salvo Susana Díaz, el tieso de su marido y sus correligionarios ¿habrá quien vote a Pedro Sánchez? Parecería increíble que los hubiese. Porque Zapatero lo hizo mal, ridículamente mal. Lo había anunciado Nostradamus: "Sobrenombre de calzado, nacido de padre muerto./ Nunca hubo peor rey en su provincia". Pero este Sánchez que lo sucede ni tan siquiera es personaje de profecías. Desde aquel aciago 2004 -han transcurrido ya 15 años- España no levanta cabeza. Tras el triunfo generacional de 1992, nos hemos sumido en la negatividad, con dos Generaciones fracasadas: 2004 y 2017. Luego es hora de que los españoles se resistan a prolongar un siglo 21 fatídico. Los ciudadanos deben asistir a las votaciones del 10 de noviembre pensando en que los jóvenes y los niños no merecen un futuro triste y negro, pues el gobierno actual celebra como su principal victoria una profanación amparada por leyes y tribunales que hay que desmontar para que la luz salga de las tinieblas, y el odio y el rencor de los fracasados no enturbien la imagen de un país pletórico que lo que debería presentar como su imagen ante el mundo es la hazaña de unos superhombres que descubrieron el Estrecho de Magallanes, transformaron hace cinco siglos la visión de la Tierra y expandieron la Cruz y el Renacimiento por lugares remotos que desde entonces quedaron integrados en la historia de la Civilización Global.

Los españoles deben votar el 10 de noviembre como Andalucía lo hizo el 2 de diciembre. Sí, mis compatriotas no deben abstenerse porque los candidatos no les merezcan confianza suficiente. Lo que ahora cuenta es que acabemos de una vez con tanta incompetencia, con tanta traición, con tanta cobardía. Yo rezo al Patrón de España, el Apóstol Santiago, para que nos ilumine y nos empuje a echar del poder  a los incapaces de defender la Constitución que permiten que los violentos, fanáticos y catetos se adueñen del día a día de los buenos ciudadanos que aman a su Patria, porque así lo han aprendido de sus familias, en  sus hogares. No cabe dudar de si es preferible aquel candidato o este otro; de lo que hay que estar seguros es de arrojar del gobierno a unos facinerosos, trápalas y embusteros que denigran nuestra Nación y nos auguran la continuidad del caos creciente. Yo ánimo a los españoles a que, en  nombre de la democracia  de cuyo nombre se valen los truhanes para engañar al pueblo, abusar de él y privilegiar a sus cómplices; en nombre de la democracia,  digo, hermosa palabra griega que concede al pueblo la voluntad transformadora de vencer a los indignos y posibilitar el triunfo de las buenas intenciones, de las ideas progresistas que son  las que quieren el bien de la mayoría y no los caprichos de las minorías destructivas; digo que en nombre de la democracia los españoles deben batir récord de participación electoral para que ganen los que defiendan a España de sus enemigos internos y externos salgamos de estos quince años de decadencia que comenzó con unos terribles atentados en marzo de 2004.

Dirán los electores ¿serán capaces los elegidos en las votaciones de hacer frente al mal y dirigir a la Nación con autoridad y por un sendero próspero? No tengo respuesta consistente, compatriotas, pero sí aseguro que el primer paso con sentido de futuro es echar del poder a estos miserables débiles que se acobardan ante grupos violentos paridos por los catetos aprovechados de una región que jamás será independiente aunque la Constitución y los gobiernos que siguieron a su aprobación introdujeran a los españoles en una nueva Edad Media. Cada buen español debe saber que su voto acabará con la anarquía y el terror, ante el resto de España y ante el Mundo. Cada votante debe saber que es la posibilidad histórica de salir de esta vergüenza que hierve la sangre. Confiemos, compatriotas, en que ése es el primer paso para iniciar una nueva etapa de nuestra historia.

Yo, que antes era ateo pero que desde hace años soy creyente porque descubrí la existencia de Dios, rezo al Patrón de España que inspiró la Reconquista y le pido, recordando los abrazos que le he dado en mis visitas a la catedral compostelana, que nos ayude a ver con claridad el porvenir y nos anime, pues, a romper con la actual trayectoria devastadora y a mirar el horizonte con esperanza. El Cielo está de nuestro lado.


(Las fotos han sido tomadas de elpais.com y wikipedia.org). 3-11-2019