PARA ORGANIZAR UNA II EXPOSICIÓN UNIVERSAL EN SEVILLA EN 2026.
En este 2019 se cumplen 90 años de la inauguración de la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929, que presidió su bisabuelo el Rey Don Alfonso XIII, evento histórico en su más amplio sentido y difusión. Cuántas ciudades españolas, argentinas o venezolanas emularon a la capital hispalense para sumarse al acontecimiento. Lo mismo sucedió, con carácter universal, en 1992, al celebrarse la Exposición Universal de Sevilla, que inauguró su padre el Rey Don Juan Carlos I.
Ahora conmemoramos el Quinto Centenario de la Primera Vuelta al Mundo, aunque se está haciendo modestamente. La trascendencia histórica del acontecimiento motivaba organizar una II Exposición Universal en Sevilla. Así lo promoví en tiempos de Zapatero y así se lo hice saber a su gobierno. La prensa dio cuenta de mi conferencia en el Ateneo de Sevilla proclamando los argumentos favorables a una II Exposición en 2019. No se atendió mi propuesta.
Pero nos hallamos en un nuevo reinado, y esto es suficiente causa reflexiva para que España entre de nuevo en la historia universal recordando su ímpetu arrollador y creador de hace cinco siglos. Añádasele que desde este agosto de 2019 hasta 2022, en que se cumplirán quinientos años del regreso de la nao Victoria a Sevilla, estaremos en medio de la efeméride, luego es momento más que propicio para de nuevo animarnos a llevar a cabo una segunda Exposición Universal en Sevilla. Sin olvidar que en este 2019 también conmemoramos el inicio de la hispanización de México por Hernán Cortés, produciendo un mestizaje al que Vasconcelos definió “La raza cósmica”. ¿Entonces, cuál podría ser el suceso que atrajera una justificada celebración? La unión de Portugal con España, el Imperio con mayor extensión planetaria, mayor duración, y mayor eficacia civilizadora, con una generosidad que supone una dimensión moral incomparable, como probaron las leyes nacidas en la conquista, y que darían lugar al inicio del Derecho Internacional. Esa unión entre los reinos de España y Portugal tuvo su momento clave, siguiendo las directrices políticas de los Reyes Católicos, en el enlace matrimonial de Carlos I e Isabel de Portugal, en el Alcázar de Sevilla, en la primavera de 1526. Es, pues, la razón histórica para que el Imperio integrador nos recuerde que la globalización nació en esa España emprendedora abierta al mundo desconocido y que hacía seres de un mismo reino universal a los habitantes de otros paisajes que ignoraban la vitalidad y el entusiasmo de una religión que llevaban como estandarte los descubridores como Magallanes y los conquistadores como Cortés.
Así que ya contamos con una fecha: 2026. Ese puede ser el año de la II Exposición Universal. Vamos justos de tiempo, pero aún es posible organizarla. Y aunque contemos con un Gobierno provisional, y sin política de Estado, la Corona no puede renunciar a su papel protagonista del destino nacional, y por tanto debe comunicar al Presidente del Gobierno en funciones que la Nación ha de cumplir con su historia y su porvenir, y en estas fechas claves conmemorativas debe tomarse la decisión, como se hizo en 1929 y 1992, de presentar ante la Oficina Internacional de Exposiciones la iniciativa de celebrar una II Exposición Universal, e inmediatamente proclamarlo ante todas las Naciones para que se nos unan en un acontecimiento que una a todos los países con la mirada puesta en un porvenir común esperanzador. España posee el carácter para atraer a los demás países a un evento que dé perspectivas optimistas a un mundo, a un planeta que busca horizontes.
En manos de V. M. está la grandeza de acometer esta acción histórica.
En Sevilla, a veintiocho de agosto de mil diecinueve.
Doctor Antonio Egea López,
de la Academia Iberoamericana de La Rábida, y
Correspondiente de la Academia Nacional de la Historia de Venezuela,
Academia Argentina de la Historia, y Real Academia Hispanoamericana de Cádiz.
